Bípedo Cuenta-historias

Bípedo Cuenta-historias

Calidoscopio de la realidad

Por Laura López

Estamos tan acostumbrados a los estereotipos que la sociedad va marcando que muchas veces no sentimos en qué momento nos sumergimos en ellos, ni el momento en que comenzamos a actuar de manera inadecuada.

Estaba tan cansada de mirarme al espejo y no ver lo que esperaba, ¿por qué otras niñas sí pueden parecer Barbies y yo no? Era lo que continuamente me preguntaba. ¿Por qué no decirles a mis amigos y familiares que me molestaba de sobre manera que se refirieran a mi como “gordita o gorda”? Harta de probarme miles de atuendos y no quedar satisfecha, di el primer paso: ponerme a dieta.

Lo cual no me costó trabajo, pues el comer no era mi hobbie. En realidad mi talla era 7, pero no era suficiente. Comencé a eliminar el desayuno por completo: quite el pan y la tortilla de la comida y a veces cenaba sólo una manzana, pero después de unos días me di cuenta que eso no funcionaba, tal vez por que mi comida era demasiada. Entonces eliminé cualquier galleta o dulce que pudiera ingerir durante el día y como el jugo me proporcionaba muchas azucares también quedó fuera. Fue entonces cuando comencé a mentir a mamá cada que pregunta el por qué ya no comía en casa.

El agua y un chicle se convirtieron en mis únicos alimentos. Fue entonces cuando mi cuerpo comenzó a sufrir algunos cambios: comenzaron a brotar algunos granos en mi cuerpo, yo culpaba a la poca grasa que, según mi mente, aún conservaba. No podía imaginar que eran los cambios hormonales que comenzaba a sufrir, el cansancio era obvio pero cada que me miraba al espejo no me agradaba, esos pliegues que aun se me hacían debajo del pecho, el cual comenzó a disminuir discretamente, esto aun me causaban demasiada molestia.

Como mi rutina alimenticia no era suficiente, me impuse como castigo a mi flojera el hacer tres rutinas de ejercicio durante el día. Claro que la sospecha en mis padres se comenzaba a hacer evidente con las continuas preguntas sobre mi conducta, lo cual lograba que estallara mi molestia, pues el carácter era algo que ya no podía controlar, entre otras muchas cosas. Para ésta época, mi cerebro ya tenía registrado el rechazo de cualquier alimento posible y comencé a disminuir la ración de agua que tomaba, aunque esto ya no fue necesario. Se produjo el primer aviso de gravedad en mi cuerpo: un desvanecimiento profundo fue lo que les reveló a mis padres la verdad.

Fue donde me di cuenta que tenía como padres a los más grandes monstruos: no podían entender que el forzarme a comer era lo peor. ¿Por qué no comprendían que con eso mi meta de convertirme en Barbie estaba cada vez más lejos? Yo veía llorar a mi madre y no comprendía por qué, en lugar de felicitarme, pues en unos pocos meses de talla 7 pase a ser 3, era un logro que pocas conseguían y para darles gusto caí en el paso dos: convertir en mi único amigo al dedo índice.

No comprendía el por qué de mi ansiedad, ni el remordimiento que sentía después de comer cualquier cosa por pequeña que fuera. Fue entonces cuando me di cuenta que ya no era necesario introducir el dedo en mi boca para expulsar la comida, pues esto ya era automático, pero, como todo, nada es perfecto una manzana me delató frente a mis padres: al darle una mordida mi diente quedó en ella. Sí, mi descalcificación se hacía presente, junto con mi nula recuperación. Fue entonces cuando mi padre, como energúmeno, puso fin a todo esto: saqueó mi cuarto de toda golosina que fuera objeto de cualquier atracón que pudiera darme, cerró el baño de mi cuarto para que me tuviera vigilada y así fue cuando mi realidad se presentó.

Al estar internada y bajo la vigilancia de varias enfermeras, poco a poco me fui dando cuenta que estaba muy lejos del estereotipo de Barbie, pues yo no tenía esa sonrisa perfecta que ella siempre tiene, en cambio yo perdí la mía; no tenia ese cabello sedoso y brillante que tantas veces le cepillé, al contrario había perdido un 70% del cabello que tantas veces mi madre peinó con orgullo; y esas medias perfectas era obvio que yo no logré obtenerlas, en cambio tenía visible cuanto hueso tiene mi cuerpo: no tenía pecho, ni glúteos.

Fue muy larga mi recuperación, de hecho después de siete años no puedo decirme curada. Aún no me agradan los espejos y no puedo escuchar mi peso, mucho menos pesarme sola y de frente. Mi cabellera no volvió a ser la misma y uso una que otra prótesis dental. Además que mi periodo no es completamente regular.

Me di cuenta que en ocasiones los monstruos que fabricamos pueden ser la única solución a nuestra efímera verdad. El optar por una falsa salida puede tener muchas complicaciones a mí. Mi corazón me dio el aviso más grande de la vida: durante mi recuperación supe que hay miles de niñas en busca del Sueño Barbie, su corazón no trabaja con las reservas y mueren al instante. Yo estuve cerca, pero la vida me dio la oportunidad de decir que Barbie no es la muñeca perfecta porque, a diferencia tuya, ella no piensa, ni controla sus acciones, la hicieron en serie y sin ningún sentimiento, a ti te hicieron única y con amor. ¡QUIÉRETE!

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